
Me gustaria compartir con vosotros ciertos conceptos de diseño y algunas chorradas más.
viernes, 21 de enero de 2011
Estos Fitures de mis amores

domingo, 4 de julio de 2010
jueves, 10 de junio de 2010
sábado, 5 de junio de 2010
lunes, 31 de mayo de 2010
El año que fui cocinero

Cuando llegas a una edad pareces conocerte muy bien a ti mismo y tus limitaciones. Sin embargo, no hay realidad más falsa que la que nos rodea, porque nos limita y condiciona. Nos acota con sus clichés y la vanidad no nos permite romper los moldes que nos rodean porque asumimos que damos el 150 por cien de nosotros mismos. Este año me propuse un reto que no podía superar, algo que nunca entendí y que no me gustaba, aprender a cocinar. Los principios fueron desastrosos porque no hay ningún blog ni libro que haya leído que empiece desde cero, algo así como “cocina para dummies”. Cuando no sabes hacer un huevo frito o freír un filete, empezar a cocinar es cuando menos ciencia ficción, solo tenéis que leer una receta para daros cuenta que en toda receta se asume que sabes cuando terminas un paso y debes dar el siguiente por un mecanismo incomprensible que nadie acierta a explicar. Tengo que agradecer al cocinero fiel sus videos que cuelga en YouTube y al canal cocina por hacer que la cocina un lugar más accesible para manirrotos como yo. Debo de agradecer también mi primer postre a Iñigo Pérez, con una receta de “Copa de mousse de chocolate al caramelo crujiente con arroz”. Supongo que fue la explicación de Iñigo lo que me hizo ponerme el delantal y encender el fuego, a partir de ahí todo se fue complicando porque las texturas, los olores y el vapor te nublan la receta y estas dudando constantemente si tienes que sacar el baño maría del fuego, si tienes que incorporar más nata o simplemente el tiempo de espera hasta que se enfríe. Todos los pasos fueron un mundo de dudas y desesperado acabé la receta dejando un amargo olor a chocolate fundido recorriendo toda la casa. Cuando lo probé no podía entender como estaba tan bueno con un proceso tan tosco y sin tener ni idea de lo que estaba haciendo en cada momento. Un segundo intento para comprobar si esto era tan fácil me dio mi primera lección de cocinero, al redactar los pasos de la receta ya eliminé algunas cosas de la primera receta cayendo en aquello que tanto me molestaba de las recetas, simplificar el proceso porque asumes que dé un paso a otro solo hay una manera de llegar, “cada maestrillo tiene su librillo” lo cual limita a todos los que cocinan porque repiten procesos constantemente asumiendo que lo que ellos hacen es la forma correcta de cocinar. Posiblemente esa segunda experiencia fue más enriquecedora que la primera porque disfrute con los olores, fui capaz de relajarme ante la mouse rebañando el cazo con el dedo y disfrutando de todos los pasos del proceso y me dí cuenta que el amor puede contar pero lo que realmente hace la diferencia es una buena receta.
Lo que más me sorprende de la cocina es la cara que ponen los demás cuando comen algo que has preparado. Será el carácter latino pero la cara de lujuria alimenticia que ponen algunos frente a un plato no tiene desperdicio, lo segundo es que todo cocinero hace preguntas sobre lo que come y te da aportaciones de como lo hace él, creando una especie de comunidad entre cocinillas que tiene sus propias reglas y jerarquías. No sé dónde está el límite y creo que tampoco lo quiero saber, solo quiero disfrutar en el proceso de aprendizaje y esto va por la cocina y todo lo que me depare el futuro.
Un año fui cocinero, quizá el que viene me toque ser astronauta.
sábado, 1 de mayo de 2010
sábado, 6 de marzo de 2010
Soltando la mano

Mis reyes magos tienen siempre una particularidad, no me traen nada que yo compraría con dinero. Hace unos años, me trajeron una tableta gráfica de Trust. Es un trasto plano con un lápiz óptico con el que dibujas directamente al ordenador. Los Reyes magos son muy inteligentes pues una de las cosas que más me gustan y que me compro habitualmente son lápices y portaminas. Me gustan todos, adoró el sonido del grafito rasgando un papel de boceto, sus miles de formas, sus grosores y distintas longitudes. Algunos se adaptan a la mano como si siempre hubiesen estado ahí, ejecutando hermosísimas filigranas que con otro lápiz es simplemente imposible. Por eso, y por mi propia idiosincrasia creo que nunca me hubiese comprado una tableta gráfica. El otro día, desempaquete la misma y estuve jugando un rato con ella intentando ejecutar algunas acciones simples, unas líneas paralelas, unos círculos concéntricos y unas perpendiculares. Fue un auténtico desastre, cada vez que levantaba el lápiz óptico de la tableta mi cerebro dejaba de procesar la figura estaba dibujando, como si hubiese un interruptor en mi cabeza que cada vez que levantaba el lápiz desconectarse el dibujo de mi cerebro. Así que esta mañana he decidido simplemente soltar la mano y que vuele sin control sobre la tableta. El resultado ha sido magnífico, una línea continua y cerrada que contenía la base de uno de los millones de monigotes que vagan por mi mente sin ningún control. Dudo mucho que un lápiz óptico me cambie como dibujante a estas alturas de la vida, pero me da otras opciones que hasta ahora no tenían cuenta.
Mira por donde dan un especial de Moebius en Canal plus. Cuando después de un rato con la boca abierta de pura y sana envidia aparece una persona anciana con un lápiz óptico en la mano realizando un magnífico dibujo en el ordenador, entonces me sentí un poco culpable por desechar cualquier técnica de dibujo que pueda aportar algo al dibujante. Son esas tonterías que con el tiempo vas asumiendo como leyes que no se pueden romper y que no son más que la monotonía en la que te sientes a gusto. Por eso decidido exprimir este lápiz aunque sea óptico como si de grafito se tratase y ya de paso divertirme un rato dibujando.
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